Todos tenemos sueños, proyectos, ideas, ilusiones… forjados tal vez durante años de dura y tenaz reflexión y en los que habremos sopesado mil veces los pros y los contras de llevarlos a efecto. Retardando su cumplimiento, porque nunca consideramos que fuera el momento apropiado o, simplemente, escondiéndonos de una realidad que nos duele: no nos atrevemos. Excusas para no abordar lo que en el fondo sabemos que debemos hacer, las hay de todos los colores, siendo una de las más extendidas la proverbial falta de tiempo. ¡Pamplinas! o pretextos de ‘mal pagador’, porque tiempo siempre habrá para quien quiera encontrarlo y lo que sí falta, casi siempre, es coraje. Sabemos, o deberíamos saber, que nada realmente valioso que pretendamos conseguir en la vida resulta sencillo. Que a todo lo estimable se llega a través de la aplicación de gran esfuerzo y constancia. Que lo más sublime solo estará a nuestro alcance si hemos invertido en ello todo nuestro talento y pasión (y aún así, en ocasio